editorialEn nuestro sector de trabajo nuestro destinatario mayoritario es un bar. Representan un 95% de nuestros clientes y cada uno se visita un mínimo de una vez por semana y a muchos de ellos hasta dos veces semanales.

Con el tiempo con muchos crece entre las dos partes una relación muy personal y sabes a que hora es mejor pasar a verle o si está de mejor o peor humor ese día con una sola mirada. Cada cliente es un mundo en si mismo y cada uno tiene unas necesidades u otras.

En GrupVIVÓ siempre partimos de la premisa que cuando entramos al bar de un cliente entramos a su casa, a su mundo y que sólo por el echo de que nos abra sus puertas ya somos afortunados. Es por eso que como invitados que somos nos hemos de adaptar nosotros a esa persona y a sus necesidades y no al revés. No se trata de servidumbre sinó de ética personal y profesional. La confianza se gana, no cae del cielo.

Y el resultado es que la gran mayoría de clientes percive este concepto y te lo hace saber con un trato amable y cordial.

En este sector siempre hay bares que cierran y los cogen otras personas con las que poco a poco se van creando esos vínculos de nuevo. Es un cíclo al que estamos más que acostumbrados pero no por ello deja de dar pena cuando un cliente con el que tienes una relación de hace años se jubila o traspasa su local. No es por perder ventas, créanme, es por el afecto y apego que has cogido a esas personas que te han abierto las puertas de su negocio, de su casa, de su mundo y te han dejado formar parte de sus vidas.

Ya no son clientes, son mucho más que eso, son parte de ti.

A todos los que habéis formado parte de nuestra vida muchas gracias y a los que empezáis ahora, bienvenidos. GrupVIVÓ